Han asesinado nuevamente a un
joven mapuche. Trabajaba con su tractor cuando le dispararon. La versión
inicial, llena de mentiras, se ha desmoronado, 6 carabineros, han sido dados de
baja, por ahora. Hay mucha molestia en la ciudadanía de Chile.
Esta muerte desnuda y exhibe una
injusticia histórica y garrafales errores políticos gubernamentales.
El pueblo mapuche habitaba
pacíficamente y en propiedad lo que conocemos como el territorio de la
Araucanía* cuando en 1492 América Latina fue invadida por el
Imperio español, sin que mediara provocación alguna.
Ya existía un derecho
internacional, llamado derecho de gentes, que prohibía agredir naciones,
especialmente cuando ellas tenían una forma de organización estable ya
constituida.
Los agresores construyeron un
burdo discurso justificativo de la guerra genocida que habían desatado.
Señalaron afanes evangelizadores, civilizatorios y por último una supuesta
donación papal.
¿Cómo se puede evangelizar a
quienes se mata, mutila y esclaviza?, ¿cómo podía un reino en cuyos
palacios reales no existían ni siquiera baños y la mayor parte de su población
era analfabeta pretender civilizar a los Incas o los Mayas ?, ¿cómo podía donar el Papa algo que no era suyo,
pues ni siquiera lo conocía?, son interrogantes que nunca se respondieron pues
los arcabuces, las lanzas y el garrote vil resolvieron la discusión.
Hay un texto que las jóvenes
generaciones no deben olvidar: “Las venas abiertas de América Latina”, Eduardo
Galeano. Allí se lee la dimensión continental del genocidio.
Esto desato una discusión
política en la ´propia España. Fueron teóricamente enjundiosas las polémicas
entre Ginés de Sepúlveda y el noble Bartolomé de las Casas (“Relación de la
Destrucción de las Indias”/ 3 Tomos), acerca de los fundamentos de la invasión,
si los hubiere, y el genocidio de que era víctima la población originaria. Pero
eso no le salvó la vida a nadie, ni detuvo la masacre. La monarquia dictó leyes
y ordenanzas destinadas a humanizar y cristianizar la invasión, los originarios
ya no podían ser masacrados sino que se entregaban como “encomienda” a un
español que pasaba a ser “encomendero”. Ahora no eran ya bestias salvajes a
exterminar sino cosas o animales domesticos.
Esta polémica y ordenes monárquicas
dan cuenta en todo caso que la brutalidad de lo acontecido inquietaba incluso
la conciencia de los propios invasores.
Del río Bio-Bío al sur los afanes
de conquista de los españoles recibieron como respuesta la lucha armada de un
pueblo dispuesto a defender su independencia.
La guerra
popular de los mapuches (no tenían ejército profesional) tuvo un desenlace
victorioso en la batalla de Curalaba (1598) en que Pelantaro aniquiló al
ejército español en la zona, junto al cual pereció su jefe el gobernador del
reino de Chile Martín Oñez de Loyola.
Sin
desmerecer en lo más mínimo la grandiosidad de Playa Girón en Cuba (1961) creo
que la primera gran victoria en contra del imperialismo en América Latina es
Curalaba.
América
Latina nace en Curalaba.
Curalaba es la madre de Ayacucho,
por ello los independentistas dieron al partido de la revolución el nombre de
Logia Lautaro en recuerdo de las primeras luchas independentistas iniciadas por
los mapuches.
De allí en adelante se fijaron
los límites del Imperio español en estas tierras, que iban hasta el Bío Bío por el norte y reaparecían desde
Valdivia al Sur. Todo lo existente entre medio era territorio independiente
mapuche.
Así se reconoció en múltiples
tratados y parlamentos.
Nunca, póngase atención a esto,
los mapas españoles incluyeron la Araucanía.
En derecho internacional existe
el principio del Utis Posidetis, que significa, para estos efectos que el nuevo
estado de Chile tiene como límites los que tenía como colonia. La Araucanía no
era parte del Reino de Chile, no eran jurisdicción militar de la Capitanía
General ni jurisdiccional de la Real Audiencia, ni políticamente adscrita a la
gobernación de Chile ni al Virreinato del Perú. El estado de Chile no heredó
jurídicamente la Araucanía pues estos territorios eran independientes del
estado español que le dio origen.
Con ocasión de las guerras de
independencia de Chile, el naciente estado chileno firmó tratados con los
mapuches, lo que implicaba un reconocimiento como otro estado, como un legítimo
sujeto de derecho internacional. Nuestra nación originaria no participa en la
guerra pues ellos eran independientes.
La heroica y victoriosa
resistencia mapuche inspiró con el nombre de uno de sus caudillos, Lautaro, a
la logia que fue la vanguardia teórica y política de la lucha de independencia
de América Latina de la cual con legítimo orgullo estamos celebrando su
bicentenario.
O’higgins tiene discursos
colmados de admiración y respeto al pueblo Mapuche, en los que reconoce explícitamente
su independencia y soberanía como nación. Ese es el O’higgins que la derecha no
nos cuenta y que parte de la izquierda olvida. La primera bandera de nuestra
patria tiene a dos mapuches sosteniendo nuestro escudo de armas.
No podía estar en el pensamiento
de nuestros libertadores lo que el estado de Chile, estado conservador y
liberticida a partir de la victoria conservadora de Prieto en 1830, le hará al
pueblo mapuche.
La mal llamada Pacificación
de la Araucanía es una invasión genocida desde el estado de Chile que
en la segunda mitad del siglo XIX llevaron adelante personas como José Joaquín
Pérez y Cornelio Saavedra que de haberlo hecho en estos tiempos tendrían
banquillo asegurado en el Tribunal Penal Internacional.
Más de 10 millones de hectáreas
fueron usurpadas, nuevas ciudades como Temuco se construyeron, miles de
mapuches asesinados, comunidades incendiadas y los sobrevivientes echados a la
cordillera para que murieran de hambre y enfermedades.
Este genocidio del siglo XIX es
solo comparable al de los armenios y Judíos en el siglo XX. Que sobrevivieran
fue un milagro, y después dicen que son pobres y borrachos.
Ninguna de las ciudades que
existen hoy en la Araucanía son previas a la llamada pacificación, eso
demuestra que nunca fue territorio español ni chileno.
Pero lo que es peor, no desató el
genocidio el estado chileno en beneficio de los chilenos sin tierra, que los
había y muchos, sino de alemanes, italianos y franceses a los cuales se les
entregó gratuitamente las tierras producto de la usurpación.
Con el estómago vacío llegaron de
Europa los antepasados de los “rubiecitos de ojos celestes” que ahora miran con
desdén a la Nación Mapuche.
El asunto fue tan abusivo que el
propio estado chileno inventó la curiosidad jurídica de las “mercedes de
tierra”, que no es el derecho real de dominio del Código Civil, para
“autorizar” que los mapuches vivieran en los peores lugares de sus propias
tierras.
En 1881 siendo presidente Aníbal
Pinto desde el estado chileno se montó una provocación que desembocó en el
asesinato de 18 personas integrantes de la familia Melìn, lo cual puso a los
mapuches en estado de beligerancia.
El parlamentario don Benjamín
Vicuña Mackenna, uno de los más grandes chilenos del siglo XIX, denunció el
montaje en un artículo en el diario El Mercurio.
Se iniciaron entonces las operaciones
militares, con tropas que venían de la victoria en la guerra del Pacífico.
Una invasión en todas sus formas,
una guerra sucia, que nunca fue una guerra legal pues el parlamento chileno
nunca la autorizó, a partir de aquí los mapuches quedaron en una situación
calamitosa y si han sobrevivido es por una vitalidad como nación
extraordinaria.
Esta agresión es un conflicto
internacional pues la Araucanía no era territorio chileno y peor aún el estado
chileno había firmado varios e importantes Tratados con los mapuches lo cual es
un evidente reconocimiento como estado y sujeto de derecho internacional.
Sólo el gobierno del Dr Salvador
Allende tuvo una mirada y una actitud distinta frente al problema como lo
recuerdan los propios dirigentes mapuches.
Las empresas forestales les
acusan de robo por sacar leña de sus bosques milenarios. Para desprestigiarles
se les dice delincuentes comunes, para condenarlos a penas de prisión
descomunales; se dice que son terroristas.
No estamos ante una situación del
fuero común sino ante un problema de estado. Los problemas históricos en la conformación
de nuestro estado no pueden ser resueltos por el Ministerio Público, si
hablamos seriamente.
Estamos en presencia de un
problema político que debe resolverse en ese ámbito. La decisión del presidente
Piñera de crear un grupo militar de elite, el comando jungla es un error
monumental. La concepción basal de esa estrategia determinó su entrenamiento en
Israel y Colombia lo que es un error monumental, esos países estaban en medio
de conflictos armados. Una solución militar a un problema político interno nos
lleva directo a las peores calamidades.
Incluso los gobiernos de la primera mitad del siglo XIX fueron más
inteligentes y firmaron con los mapuches el tratado de Tapihue. Gobernaba Chile
don Ramón Freire (1825) que será derrotado por los conservadores en 1830. Hay
que leer ese texto, que establece un equilibrio y armonía entre nuestros pueblos
que es de resaltar.
El estado de Chile y su unidad política
y territorial es una realidad inquebrantable, pero, por el bien de todos
debemos reconocer, que somos un estado con dos naciones y con la obligación
vivir en armonía y justicia.
ROBERTO AVILA TOLEDO
Agradezco tan importante información,que dado el desfavorable momento que vive nuestro pueblo Mapuche, nos será de mucha ayuda.
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